sábado, 19 de febrero de 2011

Carla dormida

Desolado por haber matado a una cucaracha
me dispongo a explicarle a Carla que esta noche no haremos el amor.
No nací para matar cucarachas, le digo, matarlas me produce un sentimiento
espantoso de esclavitud y servidumbre.
Me parece que lo que vos no queres es coger conmigo y le echas la culpa a las cucarachas, dice.
Tiene razón.
A veces, cuando estoy acariciando la cabeza del gato, siento que
el universo me ha obsequiado un placer incognoscible vinculado al conocimiento solo comparable al placer de hacer el amor con Carla
pero a veces sucede
que la naturaleza del estío aplasta la luz del moribundo verano con la
suela de mi viejo zapato asesino.
En el arrabal humano siempre hay un farol,
una sombra,un ruido a huesos jadeantes solicitando depredación y exterminio.


Prestes a recibir su ración de comida
el gato detecta algo que no sé en la cocina
y va tras el.
Yo espero que vuelva con su presa entre los
dientes
mientras acaricio el borde calado de la
espalda de Carla
mordida
dormida
y soñada.